Kagan en su libro "Ciudades del Siglo de Oro" ha calificado a Úbeda y Baeza como "dos de las más importantes ciudades renacentistas de España".

Baeza con su catedral y su universidad alcanza el tono de una ciudad sólida; Úbeda, donde Andrés de Vandelvira deja sus mejores obras, se dota de un espacio sin par en la Plaza Vázquez de Molina de configuración espacial y perspectiva plenamente renacentista, símbolo inequívoco del poder civil.

Las reformas y las creaciones urbanísticas de Úbeda y Baeza en los años del Renacimiento son, quizá las más interesantes que se llevaron a cabo en Andalucía, lo que las sitúa a la cabeza, por su renovación arquitectónica y por el proceso de transformación urbana llevado a cabo en gran medida por una nueva espacialidad, y por mediación e implantación de una arquitectura de extraordinaria calidad.

El siglo XVI se inicia con una ansia de progreso, numerosas obras se construyen, no sólo por la Iglesia, sino también de señores terratenientes y del propio concejo de las ciudades y villas. Úbeda y Baeza se cuajan de palacios y casas solariegas que marcan la fisonomía de ambas ciudades.

El siglo XVI fue especialmente importante en la comarca de La Loma, gracias a la feliz conjunción de la prosperidad económica que proporcionó el cultivo de cereales, la ganadería e incluso una notable actividad artesanal, junto a la referida iniciativa constructora del alto Clero y de una pequeña Nobleza.

Nombres tan singulares, entre sus filas, como Francisco de los Cobos, secretario del emperador o su sobrino Juan Vázquez de Molina, con idéntico cargo, o Benavides en Baeza fueron los promotores que descubrieron el carácter de autoafirmación personal y familiar de la arquitectura y en general de las artes.

La sociedad comarcal vive así, posiblemente en el siglo XVI, el período de máximo esplendor y dinamismo urbano y constructor, a cuyo final, al igual que en otras áreas del país, comienza un declive que se manifiesta en una recesión económica y demográfica.

Es en este siglo cuando en el entramado de la ciudad, se emprendieron mejoras urbanas de cierta ambición, que coexisten con la presencia inexcusable del trazado mudéjar medieval aún existente, el cercado de las murallas, la pobreza aparentemente externa de las fachadas de las casas sin apenas vanos, herencia musulmana que reserva la riqueza para el interior.

Cercana a las plazuelas medievales irregulares de Carvajal en Úbeda o los Arcedianos en Baeza se levanta la gran plaza renacentista.

La revalorización de la plaza, como espacio capaz de concentrar grandes multitudes para celebraciones de carácter cívico, religioso y lúdico, se realzó en estos momentos y vino a convertir estos espacios en los centros vitales y privilegiados, que hoy muestran una reactivación ante el desplazamiento de la población a las zonas de ensanche.

La plaza de Santa María de Baeza tiene un claro aire renacentista determinado por la fuente realizada en 1564 por Ginés Martínez de Aranda o la plaza del Pópulo con la Fuente de los Leones, procedente de la ciudad iberoromana de Cástulo.

En unos casos, se procede a la nueva alineación de calles, mientras que en otros se mantiene el entramado urbano medieval, con la incorporación de portadas y mayor número de huecos en las fachadas.

Aunque el proceso es generalizado, aún hoy, en los centros históricos se percibe una pervivencia mudéjar por el gran número de calles estrechas y de trazado tortuoso, con fachadas de carácter popular.

En Úbeda, la familia de los Cobos dejó la impronta de sus gustos por el humanismo, tanto en las edificaciones que promovieron como en las plazas que las preceden para resaltar sus fachadas.

La trama urbana de Úbeda está determinada y dinamizada por una arquitectura palaciega que al lado de la conventual, le da un tono aristocrático, mientras que la de Baeza acusa un aire más religioso a la par que popular. El siglo XVII es de apogeo conventual, construcciones fundamentales en el trazado de la ciudad baezana.

Frente al predominio nobiliario y señorial de Úbeda, en Baeza, se propicia la transformación de la vieja plaza fuerte en una de las ciudades con predominio de la arquitectura religiosa sobre la civil, pero con el sello de la austeridad de herencia castellana, provocada por la concurrencia de hidalgos poseedores de tierras, el obispado, deseoso de emular los mecenazgos de las grandes capitales andaluzas, la proliferación de fundaciones religiosas, y el docto núcleo de urbanistas amparados por la universidad creada en 1538.

Mezcla de edificios nobles con otros de la arquitectura popular, Baeza fue nominada por el Consejo de Europa "Ciudad Ejemplar" en 1975.

La composición urbanística a través de espacios y edificios las hace pertenecer a las más puras características de la España del Renacimiento y sin desmerecer a las tramas medievales, barrocas, populares y decimonónicas de ambas ciudades, el Renacimiento sigue siendo su máximo atrayente.

De modo muy especial, ambas ciudades son exponentes de una mentalidad renacentista que se expresa en su urbanismo. Sus promotores, mecenas, concejos, poderes eclesiásticos y sus autores, Siloé, Vandelvira, ... no sólo son excelsos arquitectos,  sino concienzudos urbanistas,

Tras el urbanismo fuertemente delimitador del Renacimiento, Baeza, a partir de los siglos XVII y XVIII, sufre un estancamiento en su desarrollo, mientras que en Úbeda, el crecimiento urbano se estructura desde la Plaza del Mercado en torno  a dos ejes: la calle Trinidad al Norte y la calle Nueva al Oeste.

Los edificios ya no muestran innovaciones; en Baeza durante el siglo XVIII y hasta el siglo XIX no se levantan significativos monumentos civiles ni religiosos. El trazado viario no se altera. En Úbeda la nobleza repite a escala reducida esquemas anacrónicos, y a lo largo del Barroco aparecen escasos ejemplos, casi siempre promovidos por la Iglesia, como el convento-iglesia de la Trinidad de Úbeda y en Baeza el colegio de San Ignacio y convento de los Trinitarios Descalzos.

Ambas ciudades languidecen, más acentuadamente Baeza, hasta que en el siglo XIX, en parte vuelven a acelerar su ritmo.

Fuente: LA COMARCA DE LA LOMA (Colección Patrimonio Medioambiental y Humano). Editado por la Fundación cultural Banesto en 1994

 

La Úbeda del siglo XVI y el urbanismo del Renacimiento

El siglo XVI fue especialmente importante gracias a la feliz conjunción de la prosperidad económica que el cultivo de cereales, la ganadería e incluso una notable actividad artesanal proporcionó, y a la iniciativa constructora del alto clero y de una pequeña nobleza, que contaba con nombres tan singulares entre sus filas como Francisco de los Cobos, secretario del emperador o su sobrino Juan Vázquez de Molina con idéntico cargo. La familia de los Cobos dejó la impronta de sus gustos por el humanismo italiano, tanto en las edificaciones como en las plazas que las preceden y resaltan. El artífice material del Renacimiento jiennense, Andrés de Vandelvira deja aquí sus mejores obras.

Aunque los grandes cambios que desestructuran la imagen medieval comienzan durante los últimos decenios del siglo XV, estos se llevarán a cabo sobre todo a lo largo del siglo XVI, centuria en la que por otra parte hay una escasa ampliación del casco urbano respecto a siglos anteriores, ya que lo que se produce es un mejor aprovechamiento del terreno destinado a edificar, en espacios destinados hasta ahora a corrales y huertos. El final del siglo XV es de particular esplendor, impregnándose la ciudad de una importante arquitectura eclesial en gótico mudéjar y flamígero. Una nueva fase en la definición de la escena urbana es la demolición del alcázar en 1507 por orden de los Reyes Católicos, lo que cambia el perfil tardomedieval de la ciudad y reorienta radicalmente su sentido. El alcázar quedó convertido ta eras; hasta 1926, en que se construye un grupo escolar. El siglo XVI se inicia con un ansia de progreso. Numerosas obras, no sólo de la iglesia, sino también de señores terratenientes y del propio concejo, cuajan de palacios y casas solariegas a la ciudad e incluso se materializan ensayos puntuales de un nuevo concepto de urbanismo que marcarán desde entonces la fisonomía urbana.

Espacios públicos reestructurados o nuevos rigen la ordenación del tejido. La plaza de San Pablo en Úbeda, antiguo zoco de la ciudad musulmana, ahora porticada según modelos castellanos, estructurará los usos civiles y comerciales con la Casa del Concejo.

La plaza de Andalucía, formada al amparo de de la antigua puerta de Toledo, con la torre del reloj, centraliza e) crecimiento urbano de Úbeda hasta el siglo XIX. Desde este núcleo radiocéntrico surgirán las principales arterias: al Oeste, con la calle Nueva, dirección al Hospital de Santiago; la calle Trinidad al Norte; la calle Rastro, prolongación hacia la Cava, al Sur y la Corredera de San Femado al Este. El centro neurálgico de la población se había desplazado extramuros a esta plaza, que aún hoy tiene carácter de centro vital de la ciudad e indiscutible carácter hepicéntrico.

Más, en el propio entramado de la ciudad que a extramuros, se emprendieron mejoras urbanas de cierta ambición. Con la presencia inexcusable del trazado mudéjar medieval, el simbólico y físico cercado de las murallas y pequeñas plazuelas medievales irregulares, tal como la de los Carvajales, se picotan tramos medievales para levantar la plaza renacentista. Ejemplo máximo es el desgarro forzado de la trama medieval que provoca la irrupción inesperada y sorprendente de la espacial plaza Vázquez de Molina, espacio emblemático y funcional, símbolo inequívoco del poder y de una nueva fase en el concepto y forma de la ciudad.

Hay una revalorización de la plaza como espacio capaz de concentrar grandes multitudes para celebraciones de carácter cívico, religioso y lúdico; convirtiendo estos espacios en los centros privilegiados que concentran (palacios, iglesias, edificios notables, casas consistoriales...)

Las calles, en unos casos, se alinean; en otros, surgen en diseño planeado, como la calle Fuente Risas, crecimiento periférico al Oeste, ante la imposibilidad topográfica hacia el Sur por la depresión de la Loma hacia el Guadalquivir. En general, las fachadas de las casas solariegas se impregnan de elementos renacientes y delante de los palacios se programan espacios abiertos.

De manera global, se puede afirmar que la trama urbana de Úbeda está determinada y dinamizada por una arquitectura palaciega enquistada en la trama hispanomusulmana, que, al lado de la conventual del seiscientos, le da un tono aristocrático, nobiliario y señorial.

Las reformas y las creaciones urbanísticas son quizás las más interesantes que se llevaron a cabo en Andalucía, situándose a la cabeza en su renovación arquitectónica y en el proceso de transformación urbana llevada a cabo en gran medida por un nuevo concepto de la espacialidad y por mediación e implantación en la trama medieval de una arquitectura de extraordinaria calidad. La composición urbanística, a través de espacios y edificios, la hacen pertenecer a las más puras características de la España del Renacimiento y sin desmerecer de las tramas medievales, barrocas, populares y decimonónicas, el Renacimiento es su máximo atrayente.

De modo muy especial Úbeda constituye el exponente de una mentalidad renacentista y humanista que se expresa en su urbanismo. Sus promotores, mecenas, concejos, poderes eclesiásticos y sus autores, Siloé, Vandelvira ..., no sólo son excelsos arquitectos, sino concienzudos urbanistas que materializaron en la medida de lo posible una configuración urbana básicamente figurativa y planimétrica.

Fuente: Guía de Úbeda. Ciudad de Renacimiento. Editado por Ceder "La Loma" y realizado por el Módulo de Promoción y Desarrollo de la Escuela Taller de Úbeda. Ayuntamiento de Úbeda 1995

 

 

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Fecha de la última actualización 05/11/07



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