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A pesar del rigor presupuestario y el sentido realista impuesto desde el Obispado ante posibles veleidades edificatorias difícilmente asumibles, en el siglo XVI existe también el intento, la tentación presuntuosa, de reestructurar alguna que otra vieja fábrica eclesial.
San Isidoro. Portada Norte |
Ésta es la pretensión de San Millán, la parroquia de uno de los más populares arrabales de la ciudad que, habiendo heredado un modesto templo de una sola nave cubierta de madera, pretende comprometerse en un proceso de reconversión estructural, consistente en edificar una nueva iglesia de tres naves y cabecera plana.
El proceso de ampliación debió haberse iniciado en las últimas décadas del siglo en un sentido inverso al habitual, es decir, hacia los pies de la iglesia, según atestigua el arranque de un pilar bien visible en su exterior.
El proyecto, por falta de recursos económicos, pronto debe ser deshechado, elaborando Sebastián Solis -a instancias del obispo Sarmiento de Mendoza- nuevos planos para su actual y sencilla cabecera, que deben ser ejecutados en 1591 por el albañil Bartolomé Nuñez.
El caso de San Isidoro, su propuesta de reestructuración general, parece tener en un principio mayores visos de verosimilitud y fortuna y, desde luego, su tentativa de construcción sí que llegó mucho más lejos. Y es que las rentas diezmales de una y otra feligresía no tenían punto de comparación, tampoco sus posibilidades y medios humanos.
La iglesia parroquial de San Isidoro vecina a la plaza de Toledo, había absorbido- durante las, últimas décadas del XV y el pleno XVI todo el crecimiento periférico de la ciudad en su costado oeste y, para 1575, ya posee un padrón eclesial de 1282 vecinos, casi cinco mil almas, o lo que es igual, una población similar a la de cualquier villa o ciudad media castellana.
La configuración de la antigua iglesia existente hasta finales del XV, según un pergamino visto por Ruiz Prieto a finales del pasado siglo en el archivo parroquial -hecho al parecer en el XV-, era la de un templo de tres naves sin crucero. La central estaba conformada por siete pilares a cada lado del arco toral, al tiempo que de las laterales surgían las capillas (seis en total), aprovechando los espacios hábiles entre los contrafuertes, en tanto que su techumbre debió estar formada por cubierta de alfaje. En síntesis, un templo de salón -posiblemente columnario-, con estructura de "hallenkirchen", no exento de ingredientes mudéjares.
En torno a 1510-1515 son labradas sus actuales portadas, ejecutadas bajo los auspicios del obispo don Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, apreciándose ya en una, la norte o de la umbría, la presencia de grutescos en su intradós.
Mas el ambicioso plan de renovación global de la antigua fábrica va a presentarse en la década de los cincuenta. En 1557, según la documentación aportada por Ruiz Prieto que pudo investigar en el desaparecido archivo parroquial, son comprados un corral y un pozo a las vecinas Isabel Gómez y Ana Quesada para hacer nueva sacristía.
Esta obra sería materializada por el cantero Martín López de Alcaraz, añadiendo el historiador que las trazas habían sido encomendadas a Alonso de Barba, "maestro mayor de la Santa Iglesia de Jaén".
Evidentemente, por aquel año, el maestro mayor de la Catedral es Andrés de Vandelvira y no Barba, que apenas contaría con unos veinticinco años. ¿Quiso referirse Ruiz Prieto al maestro mayor de las obras del Obispado?
En este caso, quien debiera haber recibido tal encargo sería Francisco del Castillo El Viejo, quien a la sazón tiene a su cargo los templos parroquiales de San Bartolomé de Andújar, San Pedro de Mengíbar, Torredonjimeno, y otras obras menores como la portada de San Andrés en Baeza.
No obstante, sabemos que por estos años -concretamente en 1553- Vandelvira, en compañía de su aparejador Barba, ha estado en la ciudad, donde ha otorgado un poder general para pleitos, lo que induce a pensar, y creemos que con razón, a Ruiz Fuentes en la paternidad vandelviriana del proyecto, la más colosal obra jamás concebida para una parroquia ubetense.
Ruiz Fuentes, a tenor de una reclamación de deudas presentada por Pedro de Mazuecos (o de la Mazueca) en 1577, ha constatado como una buena parte de la obra -a tenor de las cantidades adeudadas, unos doscientos cincuenta ducados- debía haber sido ejecutada por este maestro, acompañado de Juanes de la Carrera, ya por 1576.
Exactamente Mazuecos afirma haber realizado "las dos capillas que estaban situadas a la mano izquierda de la entrada al templo por la puerta alta. De ello ya nos había informado el anónimo "ojeador" enviado a la ciudad en 1573 para intentar contraer los servicios de Mazuecos y otros canteros para la iglesia del Escorial: "Pº de la Mazueca de Úbeda yzo muchas obras muy buenas de las quales bi qua si todas primeramente bi la capilla de Cobos que sea en la cydad de ubeda y la yglesia de san ysidro y también una torre que hyzo en la plaza della todas tres cosas muy principales".
Ciertamente Pedro de la Mazueca habría levantado las capillas laterales del Evangelio de la cabecera, pues en la visita pastoral del obispo Sarmiento de Mendoza, en 1578, muerto ya Mazuecos, se ordena proseguir los trabajos de la capilla colateral a la Epístola, capilla mayor y torre-campanario. Estas obras estaban siendo realizadas por el cantero local Juan de Madrid.
De nuevo el curso de los trabajos debe verse afectado por falta de recursos económicos, y es otra vez Sarmiento de Mendoza quien, en su visita de 1589, renueva la orden de proseguir las obras,.
Cuatro años más tarde el obispo jiennense cursa nueva visita pastoral a la parroquia, esta vez acompañado por el escultor Sebastián Solís, maestro "visitador y veedor general de obras para las iglesias del Obispado", nombrado por Sarmiento para tal cargo en 1592.
Reconocidas la obras y añadidas nuevas trazas complementarias -siempre en ajustada revisión del proyecto original-, se ordena, una vez más, la prosecución de los trabajos, que estaban siendo dirigidos por el maestro ubetense Pedro del Cabo, de quien Solís opina en su informe que "tiene la suficiencia para hacer la obra".
Una suficiencia contrastada, es verdad, en muchos y diversos tajos, mas una capacidad limitada sólo y exclusivamente a labores canteriles, pues Pedro del Cabo jamás había ejercido -ni ejercerá- de tracista en su larga carrera profesional.
En 1604 es cubierta definitivamente la capilla mayor mediante cúpula encamonada. En este mismo año y durante algunos más -según libro de fábrica del mayordomo Bernabé García-, también se está reparando la torre (que traería no pocos problemas), sacristía y arco del coro, bajo la dirección del maestro ubetense Melchor Calancha, Antes, la iglesia ha tenido que mover pleitos con particulares, como es el caso de Cristóbal Gómez, cuya capilla funeraria ha tenido que ser derribada para ensanche de la capilla mayor. En cualquier caso, en 1604 el asunto debe estar definitivamente zanjado al percibir los herederos la correspondiente indemnización.
El proceso constructivo seguido hasta esta fecha en el templo es bastante parecido al experimentado por la Catedral jiennense: primero ha sido labrada una nueva sacristía, la cual se desploma en 1634, volviéndose a rehacer por el cantero Cristóbal del Pozo. A continuación le llegaría el turno a las capillas pareadas del lado del Evangelio, para continuar con la capilla mayor y capillas de la Epístola.
Sin embargo, en este punto, las fuerzas, si es que las había, comienzan seriamente a flaquear, prosiguiéndose los trabajos de un modo desesperadamente lento.
Para 1630 el proyecto general ya ha debido ser abandonado, permaneciendo años más tarde como maestro Cristóbal del Pozo.
San Isidoro. Portada Sur |
Esta situación, increíblemente, se va a prolongar durante todo el siglo XVII. Y es el obispo jiennense don Antonio Brizuela y Salamanca el que, ya en 1698, ordena al mayordomo de la fábrica don José Molina dar fin a las obras, propiciando un planteamiento de urgencia definitivo, que no sería otro que el ideado por Moscoso y Sandoval para concluir la iglesia: derribar la parte del edificio viejo, respetando las portadas y buena parte del muro perimetral, reduciendo el cuerpo de la iglesia a una sola nave longitudinal. Para estos trabajos se encarga la dirección al maestro de la Santa Iglesia de Jaén, Blas Antonio Delgado, quien encomienda su ejecución a los canteros Bartolomé Cerezo y Diego Carrizo.
Un tarjetón, situado encima de uno de los pilares de la nave, a la entrada del templo por su portada norte, nos indica: "Adelantose esta obra, año 1698, siendo prior el Maestro Don Juan Rubio".
En resumen, ciento ventitrés años de trabajo frustrado, costeados con los fondos de su fábrica, la limosna de los prelados y la aportación del Cabildo municipal, que en 1658 entrega trescientos ducados y el importe de un oficio de Regidor que, por autorización regia, queda sin vender en tanto durasen las obras. Con todo, el esfuerzo fue insuficiente.
La tremenda depresión sufrida en la ciudad ya desde finales del XVI, acrecentada por la pérdida de población, las malas cosechas, la ruina fiscal, el cólera, las continuas levas y un largo y penoso etcétera, no propiciaban proyectos más propios de tiempos irremediablemente pasados.
Es poco dudable que lo que Vandelvira -o quien fuera su trazista-, en principio había planteado como planta y estructura general del templo era -en parte- una réplica, a menor escala, de la Catedral de Jaén. Un modelo de templo "desembaragado y escombrado", siguiendo el tipo de iglesia, "con pilastros y naves" diferenciado y propio, que Lázaro de Velasco defiende como genuinamente hispano." Y ello, siguiendo un principio de jerarquización y consciente homologación, cuya modelo matriz no podía ser otro que la Iglesia Mayor de la Diócesis.
Según la organización de su planta y en base a la disposición de los pilares erigidos en la cabecera, la iglesia debía continuarse a tres naves, de tipo basilical, con siloescos pilares aislados, idénticos a los de la catedral, manteniendo un ordenamiento semejante al del crucero. Este, concebido como una sola capilla en el centro, refuerza la idea cruciforme en cuyos brazos se hace evidente la lección catedralicia.
Acabada cabecera y crucero, la vieja fábrica gótica debía ser demolida para así proseguir el fabuloso proyecto.
Este diseño hubiera tenido -a juicio de Chueca- muchos puntos de contacto con la ruinosa iglesia de Santa María, en Cazorla, de composición más vignolesca en cuanto a planta y ornamentación se refiere.
En definitiva, lo que a la postre encontramos es un crucero que bien podemos catalogar como una de las obras más clásicas, en proporciones y tratamiento, de toda la arquitectura jiennense del momento.
Las dimensiones del presbiterio son idénticas a las de los brazos del crucero -sin incluir capillas-, o lo que es igual, una perfecta planta de cruz centralizada.
Por lo demás, su tracista vuelve a desarrollar en esta obra el tema de las dobles capillas u hornacinas pareadas por tramo, empleado ya por Vandelvira en la Catedral de Jaén, aunque con matices diferenciales. Estas capillas, cubiertas por bóvedas de cañón de casetones florales, mantienen en su alzado doble arquivolta y doble arco, a su vez con doble clave, expresando en ello -al igual que en toda la ordenación del conjunto-, un académico sentido de la duplicidad armónica o proporcionalidad dupla, no exenta, morfológicamente, de nuevas licencias plásticas y manieristas, lo que ha inducido a Galera Andreu a pensar que estos toques ornamentales puedan ser fruto de la intervención de Solís.
En una lectura de su alzado -al margen de las capillas- podemos apreciar, sobre un amplio y clásico plinto, los espléndidos pilares compuestos -de orden corintio-, de proporción y módulo vignoleso, lo que motiva el empleo de un doble y ancho entablamento -a la manera siloesca-, interceptado por la cornisa general. Sobre ella, y en el vértice ya del alzado, se levanta la serliana, tan común en la última producción del maestro y su discípulo Barba -quien, sin ir más lejos, las ha de emplear en la Catedral de Baeza-.
En cuanto a los escasos motivos ornamentales -no olvidemos que nos encontramos ante una obra del clasicismo manierista más antifigurativo-, sólo podemos mencionar los mascarones de las claves -los mismos que veíamos en la portada de la sacristía de San Nicolás-, las figuras de las virtudes reclinadas sobre los arcos de medio punto que sustentan los tarjetones y, por último, las pequeñas canéforas que coronan los huecos palladianos, un motivo decorativo ya frecuente en la ciudad.
Completa la elegante sobriedad del conjunto una clásica concepción bícroma del alzado, elegante y serena en su diáfana claridad.
Fuente: Úbeda Renacentista ©Arsenio Moreno Mendoza, 1993
Uno de los tres templos góticos de la ciudad, situado extramuros de la misma, es centro parroquial.
Posiblemente fue una fortaleza o fuerte árabe, para defender la muralla por el Oeste.
Por otro lado, la tradición mantiene que fue una antigua mezquita. Ya dieciséis años después de la conquista cristiana, en 1233, existía como templo gótico que posteriormente fue devastado. La actual construcción data de los siglos XVI y XVII.
Exterior
Presenta dos fachadas góticas construidas por el obispo Suárez de la Fuente del Sauce, siguiendo una tipología de gótico flamígero difundida por él en la ciudad y en toda la diócesis. La portada Sur, la más representativa, es abocinada de arcos apuntados con baquetones en las jambas, apareciendo el escudo del obispo fundador que alberga la figura de una fuente de la que sale un sauce.
Interior
De estilo renacentista, consta de una sola nave de cruz latina cubierta por bóveda de cañón. Destaca el crucero que fue construido por el discípulo de Vandelvira Alonso Barba, que planteó su intervención como una réplica a la Catedral de Jaén, de la que en aquel momento era maestro mayor. Este crucero es una de las obras más clásicas de la ciudad en proporciones y tratamiento, pues las dimensiones del presbiterio son iguales que las de los brazos del crucero que, cubierto por cúpula sobre pechinas, da lugar a un espacio centralizado.
Marcando el carácter clasicista están las columnas corintias de orden gigante.
En la escasa ornamentación que aparece, como es propio en la última fase del Renacimiento, destacan los relieves de las virtudes, que siguen un tratamiento miguelangelesco. Todo el espacio queda iluminado por unas ventanas serlianas, aumentando el efecto de grandiosidad.
Fuente: Guía de Úbeda. Ciudad de Renacimiento. Editado por Ceder "La Loma" y realizado por el Módulo de Promoción y Desarrollo de la Escuela Taller de Úbeda. Ayuntamiento de Úbeda 1995
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Fecha de la última actualización 02/11/07 |
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