Fernando Ortega Salido nació en Úbeda en torno a 1490. Hijo de Bartolomé Ortega Cabrio -quien había participado en la conquista granadina- y de doña Elena Salido, su familia pertenecía a uno de los linajes hidalgos de mayor raigambre en la ciudad, remontándose sus orígenes nobiliarios al Señorío de San Millán en Guipúzcoa.

 

Palacio del Deán Ortega

Fernando Ortega, hacia 1527, proyectará para enterramiento de sus padres una capilla en San Nicolás, bajo la advocación de Nuestra Señora, siendo ya nombrado por estos años capellán de la vieja capilla familiar de la parroquia de Santo Tomás por don Francisco de los Cobos.

Pero Ortega, al menos desde 1526, ha sido elevado a la dignidad de deán de la Catedral de Málaga, accediendo a su deanato el 20 de marzo de 1536.

Al frente, tal vez, de la mayordomía catedralicia sus primeras actuaciones están relacionadas con la reestructuración administrativa de la nueva fábrica, dictando en enero de 1527 las primeras medidas al respecto. Por esta misma fecha aparecerá la figura del maestro en cantería jiennense Pedro López, dirigiendo la cimentación "de la capilla mayor de la dha. Iglesia conforme a la traça que está fecha por el maestro Diego según el parecer de los diputados".

López, desde 1494, era maestro de la Catedral de Jaén estando también vinculado a los cabildos de Sevilla y Córdoba. Por tanto, su venida a Málaga debe ser interpretada como una iniciativa del deán ubetense, quien, frente a los primitivos dictados goticistas de Enrique Egas, protagoniza el nuevo giro de las obras hacia un lenguaje netamente clasicista.

Pensemos que durante estos años la silla apostólica de Málaga estará ocupada por don César Riario, italiano muerto en Nápoles en 1540, quien jamás vino a residir en su Diócesis. Este factor determinará un mayor protagonismo en los designios catedralicios para nuestro deán, responsable absoluto por tanto de la administración de su fábrica.

En 1541 el Cabildo malacitano había determinado suspender las obras de la catedral "por ciertos buenos respectos", en tanto no llegará su nuevo obispo, don fray Bernardo Manrique, dominico que ha de tomar posesión en mayo de este mismo año.

Las obras continúan paralizadas durante un periodo considerable de tiempo y es en 1549, durante una sesión del cabildo, cuando se produce una nueva e interesante noticia. Dice así el acta: "Estando platicando de un negocio tocante al servicio de la buena gobernación, entró su Señoría Reverendísima del Señor nuestro Prelado. El señor deán don Fernando de Ortega, dijo por descargo de su conciencia, como persona que en nombre del Cabildo había tomado cuenta al Mayordomo de la fábrica, que era bien que se trugesen Maestros de fuera para que se hiciese un modelo de la obra que se ha de hacer en esta Santa Iglesia, porque no se yerre como otra vez se había errado."

En efecto, en el desarrollo de los trabajos se habían detectado errores en la formación de los planos catedralicios y, posiblemente, en el mismo emplazamiento de la fábrica.

De este modo, se ordena venir a Andrés de Vandelvira para que, en compañía de Diego de Vergara, elabore moldes y modelo de la misma. Concluidos éstos en 1550 por parte de Vandelvira, es Hernán Ruiz quien examina los planos, comenzando de nuevo los trabajos a cargo de Vergara, su antiguo Maestro mayor. Como bien podemos apreciar don Fernando Ortega también es principal protagonista de este segundo impulso de las obras catedralicias, imponiendo de nuevo la presencia de un arquitecto de su confianza.

A Ortega le sustituirá en el deanato de Málaga su sobrino, Bartolomé Cabrio de Ortega. No obstante, hemos de creer que sus estancias en esta ciudad debieron ser esporádicas y nada dilatadas, como demuestra el hecho de que en la toma de posesión de fray Bernardo Manrique (1541) y don Francisco Blanco de Salcedo (1565), se encuentra ausente, figurando en cambio Arnaldo de Ortega como chantre, familiar en quien don Fernando debió delegar la dignidad.

 

Palacio del Deán Ortega

La formación intelectual de nuestro deán es para nosotros todavía un perfecto enigma. No obstante sí que conocemos su activa función como mentor determinante de obras tan importantes en el Renacimiento andaluz como la propia Catedral de Málaga, la Sacra Capilla del Salvador o sus propias fundaciones, la Capilla de la Concepción y el Palacio ubetense, donde -al margen del intenso desarrollo directivo- desarrolla un culto instinto humanista.

Sabemos también que, a lo largo de su longeva existencia, Ortega es amigo personal de Cobos y su apoderado en la ciudad. No en balde, en 1538 es él quien "por poderhabiente del Excelentísimo Señor Don Francisco de los Cobos", notifica al Concejo de la villa de Sabiote la bula de Paulo III que autorizaba su adquisición, procediendo de igual modo con el prior y clérigos de su iglesia parroquial. Esta misma función la volveremos a encontrar en 1540 cuando don Fernando toma posesión corporal de la Iglesia de Santo Domingo de la villa de Torres. Antes, en 1537, el deán Ortega había recibido de Paulo III la bula fundacional de su capilla, autorizándole a nombrar patrono, proveerla de capellanes y formar estatutos y constituciones. Éstos, en una primera versión, serán redactados en 1550, estableciendo, junto a su complejo ordenamiento "de moribus", disposiciones tan ilustrativas de su talante ideológico como el reparto cada año de sesenta mil maravedíes entre doce personas pobres e hidalgas, "varones si los hubiere, entre los más honrados, verdaderamente pobres, viejos de cincuenta años arriba, que no hayan servido ni sirvan y hayan venido a pobreza".

Durante todos estos años de fecunda y ubicua actividad, Fernando Ortega, junto a los títulos de deán de Málaga y capellán mayor de la iglesia del Salvador, es también nombrado "Capellán del Emperador". (suponemos que de este privilegio no debió ser ajeno su valedor Cobos), chantre de la Colegiata de Santa María de Úbeda y Prior de la villa de Castellar. Y ello sin despreciar un copioso número de beneficios eclesiásticos y prestameras acumulados con el paso de los años.

 

Lo evidente es que cuando en 1565 el deán hace escritura de donación entre vivos y patronato en favor de don Andrés Ortega Cabrio, su sobrino, los bienes del eclesiástico son algo más que cuantiosos, distinguiéndose no sólo como rico rentista y hacendado en tierras de labranza, sino también como poderoso propietario de fincas urbanas en la ciudad.

Fernando Ortega falleció en enero de 1571, dictando testamento cerrado en este mismo mes. En marzo de este año, doña María de Mendoza, en carta remitida a los capellanes del Salvador recordando la obligatoriedad estatutaria de residencia de éstos, nos comenta que "la yntencion del comendador mi señor que sea en gloria y la mia nunca fue de obligar al dean a la residencia porque como hombre tan viejo y a quien tanto se debía y tan ocupado estaba en los negocios desa yglesia siempre se pretendió reservarle deste trabajo ...... "

Don Fernando no había sido un servidor más del Comendador Mayor de León. Él mismo, en su última voluntad, al referirse a la fundación de don Francisco de los Cobos, nos deja dicho lo siguiente: "...yo he sido el primer capellán mayor en la iglesia del Salvador a la cual yo he servido mucho en edificalla y administrar su hacienda y por mi orden el Comendador Mayor la dejó fundada y dotada..."

Ortega, antes que administrador, es el verdadero ejecutor y mentor intelectual de una obra a la que considera propia y para la cual ha trabajado incluso de forma desinteresada: "...serví muchos años sin que me diesen ningún salario ni me aproveche yo de su hacienda y de la mía gasté harto sirviendo a su Señoría..."

Por tanto, hemos de buscar en su persona una buena parte de las claves interpretativas del monumento, puesto que así lo reconoce el mismo Cobos en su testamento: "...por la obligación y mucho amor y debdo que yo al dicho Deán tengo y por lo mucho que con su buena industria y prudencia ha trabajado y dado forma a la ereccion y fundación desta dicha mi iglesia..."

Este culto hombre de iglesia, desde la década de los treinta, ha tratado profusamente con arquitectos como Diego de Siloé -en Málaga y Úbeda-, Luis de Vega y el mismo Andrés de Vandelvira, emitiendo sus criterios constructivos y dictando programas iconográficos y simbólicos. Sus relaciones con la Corte han sido frecuentes y fluido el trato con otras personalidades del mundo de las bellas artes, Alonso de Berruguete, Julio de Aquilis, Esteban Jamete, etc.

Siendo así, resulta lamentable no contar con un mayor caudal de noticias biográficas (formación, actividad intelectual, cometidos y alcance de su función en Málaga, papel desempeñado ante la Corona), sobre este clérigo que bien podemos considerar elemento esencial para una cabal comprensión de la cultura arquitectónica de su momento histórico.

Fuente: Úbeda Renacentista ©Arsenio Moreno Mendoza, 1993

 

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Fecha de la última actualización 28/10/07


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